COMUNICADO DÍA INTERNACIONAL DE LAS MUJERES TRABAJADORAS.
Hace 5 meses se inicio la última fase del genocidio israelí contra las y los palestinos. Han sido 154 días y 75 años de ocupación cívica y militar, desposesión, desplazamiento y muerte. Estas décadas de violencia sionista nos han enseñado la conexión entre colonialismo, guerra y patriarcado, triada indispensable para el sometimiento de los pueblos y la conquista de nuestros cuerpos como territorio.
Esta crisis en Palestina es en contra de toda la humanidad y no tiene precedentes en la historia contemporánea. Denunciemos y exijamos el fin del exterminio palestino, atendamos al llamado de decenas organizaciones feministas y antimilitaristas a nivel internacional, de solidiaridad y apoyo en este momento tan cruel y aterrador, recordemosle al mundo que la causa palestina debe ser una causa feminista.
La militarización israelí contra Palestina es una de las manifestaciones más atroces del patriarcado
Lo que hemos visto desde el 7 de octubre va más allá de una guerra desproporcionada contra un grupo armado; es una guerra de exterminio contra un pueblo entero. Israel ha hecho de las y los civiles objetivos militares, lo cual sólo fue posible por la continua y permanente militarización de su vida cotidiana iniciada décadas atrás. A pesar de que Israel alardea de la precisión militar contra sus objetivos, se refiere a las personas asesinadas y heridas por el uso indiscriminado de su poderosa fuerza como “daños colaterales”, lo cual estamos en la obligación de rechazar y denunciar, porque sabemos que nada de esto es accidental, y que, incluso si lo fuese, las vidas palestinas no son inferiores ni prescindibles.
La máquina de guerra Israelí y la industria militar global alimentan constantemente la catástrofe que se está presentando ante nosotras. Por un lado, Israel adquiere armamento de las grandes potencias capitalistas norteamericanas y europeas para asesinar y encarcelar en masa a miles de personas. Las balas con las que hoy los soldados israelíes asesinan a niños y niñas en la Franja de Gaza son hechas en Estados Unidos, y los jets que sueltan las bombas, en Alemania. El ejército israelí es uno de los más sofisticados del planeta en términos de armamento, tecnología, cantidad de miembros activos y de reserva, fuerza naval y artillería. También, es uno de los mayores proveedores de material, tecnología y servicios militares para países del Sur Global como Colombia, material de “defensa” probado primero en contra de la población palestina que es usado para reprimir a las clases populares y los pueblos sometidos en otras partes del mundo.
En esta última campaña militar, Israel ha asesinado cruel e impunemente a más de 39,000 personas, el 95% de las cuales son civiles, lo que representa más del 3% de la población total. Estos asesinatos directos causados por misiles y balas, incluyen la brutal cifra de más de 15,000 niños, niñas, adolescentes y bebés. La devastación se expresa también en la demolición de más del 85% de la infraestructura residencial de la franja, el ataque directo a todos los hospitales y la destrucción y quema de escuelas y universidades, lo que ha ocasionado el desmantelamiento de los sistemas de salud y educación. La agresión israelí ha dejado a más 73,300 heridxs, y desplazado de sus hogares a alrededor de 2 millones de personas.
La migración masiva y forzada no es una “tragedia inevitable de la guerra”, cómo lo han señalado los medios de comunicación hegemónicos, sino un producto de la expulsión de civiles a supuestas “zonas seguras” dónde han sido asesinados adrede y en masa. El hecho de que a las y los gazatíes se les haya forzado a pasar del norte hacia el sur, dejándolos completamente hacinados, es la materialización de otra Nakba – otra ola de destierro masivo y desposesión – y el perfeccionamiento de la tecnología genocida para asesinar con precisión al mayor número de personas en estado de indefensión.
Este es un genocidio televisado y transmitido en vivo: las propias víctimas nos han mostrado la brutalidad y sevicia con la que se les está tratando. Conjuntamente, los medios de comunicación hegemónicos han justificado las acciones del ejército israelí empleando narrativas racistas que acuden a la deshumanización, niegan la existencia del genocidio y silencia las voces de sus víctimas.
Cuando pensábamos que lo habíamos visto todo en términos de degradación militar y patriarcal, el Estado israelí nos sorprende ultimado el asedio del territorio gazatí, iniciado hace más de 17 años, encerrado a más de 2 millones de personas en tan sólo 345 km2 de tierra para someterlas a bombardeos, lanzandoles fósforo blanco, disparárandoles a discreción, y, sobre todo, quitarles todo acceso a agua potable, alimentos, internet y energía para provocarles la muerte por inanición, lo cual implica un enorme sufrimiento. Por esta razón, la Franja de Gaza es hoy el campo de concentración más grande del mundo, un territorio dónde ningún lugar es seguro y se viven escenas terroríficas a diario.
A la luz del Derecho Internacional estos actos son mucho más que una imposición de castigo colectivo, de actos de brutalidad dirigidos a toda la población como estrategia de guerra contra un grupo armado, son la imposición de condiciones que llevan a la destrucción de un grupo población, un genocidio. Israel también está creando las condiciones para hacer imposible la reconstrucción de la sociedad civil palestina en Gaza y Cisjordania.
Las mujeres palestinas han vivido cotidianamente la violencia de la colonización israelí, así como también la ha vivido el resto del pueblo palestino.
Desde que se instauró el Estado Israelí en 1948 han sido desplazadas de sus hogares, han visto la demolición de sus casas; han sido asesinadas, torturadas, violadas, bombardeadas; privadas de su libertad; han enfrentado la guerra psicológica; se han enfrentado a la restricción de su movilidad; la negación de su derecho de retorno; han enfrentado el robo de sus tierras; y les han obligado a vivir con derechos de segunda o tercera clase en contraposición de los derechos de ciudadanías judías en Israel. Las mujeres palestinas también enfrentan una violencia basada en género por parte del régimen colonial, que las ve como una “amenaza demográfica” y las identifica como objetivos militares por parir y ejercer una labor de cuidado de sus comunidades y territorios. La violencia ejercida por Israel es patriarcal y no solo afecta a las mujeres palestinas, sino a todas las personas cercanas a ellas .
La experiencia de la maternidad y paternidad se vive desde la precariedad material impuesta, la mujeres y demás personas gestantes sufren violencia reproductiva al tener que someterse a procedimientos ginecobstétricos como las cesárea, partos vaginales o abortos sin anestesia, antibióticos y otros insumos médicos de primera necesidad; han experimentado abortos espontáneos, sus bebés han nacido con graves problemas de salud, o han muerto por falta de atención médica y desnutrición; todas estas situaciones inducidas por el estado permanente de desplazamiento, situaciones crónicas de ansiedad, depresión y miedo. Esto obedece a la imposición de “medidas destinadas a evitar los nacimientos dentro del grupo” por parte de Israel.
Menstruar en medio de esta catástrofe humanitaria, en la que la falta de agua potable es una de sus principales características, les ha llevado a una crisis sanitaria atroz, sin elementos para gestionar su menstruación, lo que las ha expuesto a enfermedades graves relacionadas con su sexualidad y capacidad de reproducción. Recordemos que el bloqueo total de la entrada de ayuda humanitaria significa que los productos higiénicos necesarios no están disponibles. Estos actos cometidos de manera deliberada, constituyen genocidio reproductivo, es decir, “políticas, discursos y prácticas que limitan, restringen, atacan o disminuyen las capacidades, las opciones, el acceso, la salud a corto y largo plazo (…) de comunidades vulneradas por la ocupación militar y el apartheid”1.
En estos cinco meses, tanto hombres como mujeres han sufrido de múltiples maneras los actos de crueldad del ejército israelí en su campaña por mutilar la resistencia. En lo que respecta a las violencias típicamente ejercidas contra los cuerpos feminizados en escenarios de guerra, tanto hombres como mujeres han sido victimizados con vejámenes y actos de degradación sexual como la desnudez forzada, al aire libre y en cautiverio, la humillación y la tortura; la violación o la amenza de violación permanente. Si bien algunos actos de depredación como el desfile de soldados con ropa interior femenina están evidentemente motivados por el género, estos son trofeos de la conquista de tanto las mujeres como las demás personas colonizadas.
Para hablar de feminismo en Palestina, recordemos que no existe una sola experiencia de ser “mujer palestina”. Ser mujer en Jerusalén, en Ramallah o en Gaza no es una experiencia homogénea. Sin embargo, las mujeres palestinas sí han identificado un punto común en su experiencia: viven en sus propios cuerpos el propósito colonial manifiesto con cinismo de hacer desaparecer a su pueblo. Pero ellas saben, por experiencia, que tienen un papel protagonista en las luchas por su libertad y la de Palestina. El feminismo palestino se ha visto en la obligación de enfrentar un feminismo hegemónico, occidental, racista, clasista y blanco que estrategicamente les ha encasillado en el papel de víctimas de la opresión patriarcal árabe que no tienen autonomía o capacidad de tomar decisiones, haciéndolas pasar como sujetas pasivas o incluso cosificándolas, desconociendo su capacidad y voluntad de resistencia.
Este feminismo colonial le hace la vista gorda a la violencia patriarcal en occidente cuando identifica el machismo solo en el otro racializado, en este caso con el hombre árabe. Los discursos civilizatorios o de lucha antiterrorista justifican la brutalidad contra los hombres bajo el pretexto de la supuesta liberación de las mujeres y disidencias de sexo y género. En ese sentido, ya que este discurso colonizador de género no reconoce otro tipo de masculinidad o feminidad en Palestina, nosotras, atendiendo al llamado las palestinas, resaltamos que la lucha feminista debe girar en torno a rechazar esas narrativas paternalistas, binarias y coloniales. Los hombres no deben ser objetivos militares legitimados por su género.
El lavado de cara de Israel con el feminismo
Mientras el régimen colonial y racista de Israel somete a miles de personas a la muerte para ejercer dominación sobre sus cuerpos y territorios, este mismo Estado trata de lavarse la cara ante el público afirmando que son la única democracia en medio oriente, una sociedad que promueve la igualdad de género para mujeres y las disidencias de sexo y género. Esta es una mentira descarada, pues Israel brutaliza a las mujeres palestinas y oprime y coacciona a las disidencias de género y sexuales palestinas. A la estrategia propagandística de lavado de cara reclamando ser defensores de los derechos se le llama pinkwashing. Israel no sólo no respeta la integridad física y las libertades de las y les palestinas, sino que tampoco hace respetar los derechos de las mujeres y disidencias en Israel.
Tanto Israel como sus defensores han tratado de hacernos creer que la igualdad de género se manifiesta, en hechos como el servicio militar obligatorio para los hombres y las mujeres israelíes por igual; mientras privan de su libertad a las objetoras de conciencia y otras personas israelíes que se niegan a cometer crímenes contra la humanidad y atrocidades de todo tipo. Para nosotras, el servicio militar obligatorio para mujeres no es un avance del movimiento feminista; es el utilitarismo de las demandas feministas, es la reproducción de la violencia patriarcal en medio del auge de la degradación humana. No es lo mismo la autodefensa feminista para protección frente a la violencia machista, a un ejército femenino para perpetuar el fascimo. La nula empatía por la existencia de las otras, de no detenerse, puede llegar a ser reproducida en otras sociedades, como ya ha pasado con Colombia, al tener convenios militares con Israel. Esta supuesta igualdad de género en la carrera militar debe ser denunciada por el movimiento feminista y luchar contra ello.
Rechazamos el feminismo que le apuesta exclusivamente a la superación de los “techos de cristal o el alcance sin reflexiones críticas de la paridad”. En el Estado Israelí son muchas las mujeres que han superado el techo de cristal del fascismo sionista. La tan anhelada paridad del feminismo de la igualdad las ha llevado a ser líderes poderosas que promueven abiertamente el sufrimiento y la desaparición del pueblo palestino, incluso de desear publicamente la muerte de las infancias y juventudes palestinas, sin ser empaticas con las madres palestinas.
La ministra de Igualdad Social israelí, May Golán en una intervención parlamentaria afirmó sentirse orgullosa de las ruinas de Gaza, para luego sugerir que esto es algo para contar con orgullo a las nuevas generaciones israelíes. La ministra de Asentamientos y Misiones Nacionales de Israel, Orit Strook, quien vive en un asentamiento ilegal en la ocupada Cisjordania, afirmó que un Estado palestino sería una “amenaza existencial” para su país, negando en multiples ocasiones la historia y existencia del pueblo palestino. Como si no fuera suficiente, en febrero, el gobierno anunció a modo celebratorio que por primera vez en la historia de Israel una mujer fue nombrada comandante de una base de las Fuerzas Aéreas. Estos no son logros feministas, estos son retrocesos atroces para la humanidad.
Afuera de Israel, en el seno de las llamadas “sociedades civilizadas” lideresas europeas, herederas de familias antiguamente esclavistas como Ursula Von der Leyer, son un ejemplo de la superación del techo de cristal del genocidio. Von der Leyer ha afirmado en repetidas ocasiones que lo que está haciendo Israel en Gaza es “defensa propia”, ha contribuido en darle “luz verde” al régimen. Inisitimos en que el movimiento feminista global debe denunciar esos discursos hegemónicos que se cobijan en un supuesto propósito altruísta de liberar a las otras, a las no blancas, a las arabes, a las musulmanas, a las mujeres del sur global del patriarcado, en los territorios que ellas misman llaman “tercermundistas”.
¿Qué podemos hacer como feministas para ser solidarias con la causa palestina?
1. Hacemos solidaridad con las mujeres palestinas cuando luchamos contra la violencia patriarcal, incluyendo la violencia sexual, en nuestros espacios de solidaridad con Palestina. Eso incluye no seguir permitiendo que tengan protagonismo agresores y acosadores en estos espacios.
2. Hacemos solidaridad con las mujeres palestinas cuando no las encasillamos: cuando no estamos dispuestas a verlas solamente como la mujer que porta el fusil, o como la mujer que acepta sumisamente la opresión patriarcal arabe, cuando rechazamos la solidaridad que se ha basado en su fetichización o victimización.
3. Hacemos solidaridad con las mujeres palestinas cuando aportamos a la autodeterminación del pueblo palestino. La forma en que la coalición más grande de organizaciones de la sociedad civil palestina nos ha pedido hacer justamente eso es el Boicot, las Desinversiones y las Sanciones a Israel. Este movimiento responde a un liderazgo desde Palestina que incluye organizaciones, comités agrarios y sindicatos de mujeres, y otras expresiones organizativas y de resistencia, como los sindicatos de maestrxs, abogadxs, y escritorxs y las organizaciones campesinas. Es una campaña que continuará hasta que se cumplan 3 exigencias: el fin del apartheid en Israel, el fin de la ocupación de tierras palestinas y el desmantelamiento del muro, y el respeto por el derecho de retorno de las y los refugiados palestinxs.
En Colombia, hacemos presión para que se cumplan estas exigencias por medio de campañas como la campaña contra Hewlett-Packard, una empresa que facilita la tecnología para el sistema de segregación racial en Palestina, que facilita el bloqueo de Gaza por mar y que da tecnología para el bombardeo de Gaza. Hacemos un llamado por un embargo militar a Israel, usamos estrategias como la campaña de los espacios libres del apartheid que se comprometen a acabar todo vínculo con empresas e instituciones que facilitan la colonización de Palestina, el apartheid israelí y el genocidio contra Gaza. Google también aporta tecnología para la ocupación, al permitir el almacenamiento de los datos biométricos como los rostros y huellas dactilares de los y las palestinas que deben pasar todos los días por sus puntos de control militar. Estos son solo algunos ejemplos de cómo hacer solidaridad efectiva con el pueblo y las mujeres de Palestina. Cerramos este comunicado invitándoles a adherirse al movimiento internacional por el Boicot, Desinversiones y Sanciones al Estado de Israel, como medida efectiva de solidaridad y como práctica feminista.
8 MARZO 2024
1https://palestinianfeministcollective.org/the-pfc-condemns-reproductive-genocide-in-gaza/
3 respuestas a “Reflexión feminista sobre el genocidio en Palestina”
Muchas gracias por este texto, tan claro y sentido. Un abrazo con el corazón a las hermanas palestinas. Sin uds no somos, ni estamos todas. #PalestinaLibre.
Texto perfecto. Lo subscribo
Gracias por este texto nos da mucha reflexión nosotras las mujeres de Colombia representamos a la mujeres de Palestina